Revolucionarios en diferido.

Desubicado en la multitud con la que compartía itinerario porque ese día todos iban a los mismo pero tarde, una vez más, la duda comenzaba a subirle por los pies. Tarde siempre. A la sonrisa llegaría al final  de la jornada y luego el cansancio haría el resto. Las revoluciones deben agotar para no agotarse. Hay que madrugar sin haber dormido pensando en ellas. No esperar a la digestión del desayuno para planerlas.