El camarero, tras la barra, se movía lo mínimo posible. Lo imprescindible. El gasto energético se reducía a menos de lo que necesita alguien para vivir. Igual no estaba muy vivo. La cerveza la servía fría hasta ese punto mágico que no se congela pero eso no lo apreciaron los tres armarios alemanes con los que estaba aquella noche. A esa temperatura sugirieron bañarse en ella en lugar de bebérsela.
Entré en la dialéctica y salí rodando por la puerta.
8 comentarios:
Mientras la cerveza esté bien fría, la energía basal del camarero da lo mismo.
¡Qué sabrán lo alemanes de cerveza! Esa gente son unos bárbaros, perdón bávaros.
Saludos
Entre vida y cerveza...total.
Besiños
Creo que a los alemanes les gusta la cerveza caliente y para refrescarse se echan algo frío por encima, da igual lo que sea.
La cuestión es beber, al fin y al cabo.
Camareros…. Esa variada especie…
Mientras no salieras del bar arrastrando el pecho por el suelo, como diría aquel….
Kiss
Joana... caliente, caliente...
Besos
¡miarma!... no tienen ni idea... Saludasso, como dice Moe
Mayte... un suspiro.
Besiños.
Oculto lunar... o se tiran de un quinto piso en Ibiza...
Zapat... en compañia mejor...
Besos
NOS LEEMOS
Antonio
Manijera, de los buenos quedan pocos... por nuestra tierra tenemos alguno entabernado que vale la pena visitar.
Kisses
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