Podría pasarme horas escuchando flamenco del bueno. Es todo terreno, vale para cualquier actividad. Incluso para hacer el amor. Es más creo que es la música del éxtasis. Del hundimiento humano que no escapa a la realidad devastadora de su propia especie hasta el momento mágico de la sonrisa agradecida al giro de un mantón por bulerías. Y al pleno conocimiento del cuerpo humano. De ella. De él. Una letra flamenca puede llegar a tener más sapiencia que catorce libros de filosofía. "Ya no se escriben letras flamencas" escuché decir una vez y así nos va el mundo pensé. Y así nos va. ¡Duende! Y al compas de unas palmas te van llevando las olas hasta la orillita que el flamenco quiere, allí donde la pena y la algarabía nos confunden. Al éxtasis.
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