Los poblados se miraron durante unos segundos. Podríamos empezar el relato poético de la mayor de las desgracias sísmicas conocidas. A la deriva seguían los dos trozos de tierra. Aquellas islas forzosas surcarían mares y nuevas vidas. Porque no hay más vida que la que soñaron grandes cronistas en dos poblados mirándose durante unos segundos. Tantos años de odio para acabar añorándose. A vivir a la deriva. La luna y el sol serán para siempre sus únicos señores.
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