San Pedro se encontraba el Domingo de Ramos en las mismas puertas de
Allí que se encontraba el Santo junto a varios acólitos auxiliares del paraíso más repeinaos que los que lleva el Calvario o
Al ná lo tenía frente a frente. “Buenas tardes”, le dijo San Pedro.
“Buenas las tenga usté, abuelete, que digo yo que ¿esta cola pa qué es oiga, pá ve a
“Bueno, pues mire, está usted aquí porque ha pasado a mejor vida, ¿entiende?, y resulta que como usted ha debido ser buen cristiano pues posiblemente lo tenga en mi lista para entrar en el Reino de los Cielos. ¿sé da cuenta, hombre?”, le dijo el Santo esbozando una sonrisa conciliadora y con la mayor de las delicadezas.
El sevillano se quedó pensativo. San Pedro lo miraba temeroso. Y el repeinao acólito celestial se movía inquieto temiendo la reacción del finado.
“O sea que me he muerto, vamos”.
“Entiéndalo hombre a todos nos llega nuestro día….”. “Venga, dígame su hombre que ya verá como tengo buenas noticias”.
“Yo me llamo Paco. Francisco García Pérez, pa servirle a usté… de la calle Feria, casi a la altura de la plaza los carros”. “Oiga, una preguntita, yo sé que está usté mu atareao pero, ¿no se habrán equivocao conmigo?”. “Lo digo por la fecha, ¿sabe usté, abuelo?, es que hoy es Domingo de Ramos….”, al tiempo que sonreía y hacía ademán como si aquella apreciación fuese más que suficiente para deshacer el entuerto que él creía ocasionado con su marcha terrenal en tan intempestivas fechas.
“No, hombre, no hay ningún error, mire aquí está usted en la lista…. Francisco García Pérez, de Sevilla”.
“Bueno, qué vamo a hacerle”, se resignó Paco, para seguidamente hacer la pregunta que los tramitadores de
San Pedro, sin poder ya reprimir el nerviosismo, intentó endulzar la respuesta: “Aquí tendrá usted la paz eterna, hermano, alégrese. Su alma gozará por los tiempos de los tiempos de la paz infinita, junto a
“Bueno, lo que usted entiende por Semana Santa, Semana Santa….la verdad….es……que no. Pero no se ofusque hombre, el Cielo está sobrado de Gozo para los Hijos de Dios que participan de la….”.
Pero San Pedro no pudo seguir. Por la cara de Paco resbalaban dos lagrimones pregoneros de pena onda y profunda por aquello que se ama y de un plumazo, de repente, se te arrebata; de esas lágrimas que no anuncian sino el alma desabrochada ante lo que no tiene remedio; dos lágrimas de condena definitiva ante lo que era libertad despreocupada de costero a costero o candelabros de cola; dos lágrimas largas, como dos chorreones de cera de los hachones del Cristo de Burgos; dos lagrimones rotundos, como el martillo que llama al Primitivo Nazareno de Sevilla en las naves de
“Mire usted San Pedro que yo vengo
De allí donde el azahar proclama
Llegando cada primavera
Que ha llegao
Mire usted que no le miento
Si le digo que en mi Sevilla
se escriben en los balcones
Evangelios por “seguidillas”
Fíjese si allí tenemos arte
Y sobra el compá y el duende
Que pusimos un río en medio
Pa ve al Cachorro por el puente
Mire usted San Pedro que yo vengo
de allí donde está
Esa que hasta las mismas piedras
le dicen Guapa en las murallas
De allí donde está
sí hombre mu cerquita de mi casa
a La que le cantan unas monjitas
plegarias de dulce madrugada
De allí donde esta misma noche
por la calle Caballerizas
si usted se porta con el agua
habrá concierto de bambalinas.
Mire usted San Pedro que yo vengo
De allí donde hay una madrugada
Que se hace un altar de azahares
Pa ve pasá a
De allí usted donde vive el Hijo
que va cargando con mi maero
y que nos dice con voz de Padre
“voy reventao, pero Yo puedo”
De allí donde desde el otro lao
Del río ese que nosotros hicimos
Viene una guapa marinera
Que a Sevilla le quita el sentío
Mire usted San Pedro que hasta aquí he llegao
¿Qué es lo que usted me está diciendo?
¿Que voy a entrar en
Mire usted ¡
Fernando Conde (Domingo de Ramos de 2008)