Mal y tarde

Siempre he llegado tarde y mal a los sitios. Me lo dijo mi entrenador tras aquella tarjeta roja que marcó mi carrera deportiva. Cada uno de los proyectos en los que me he ido incorporando siempre parecían tener fecha de caducidad en cuanto tomaba posesión de mi mesa de trabajo. Mi sombra era una crisis andante para las ideas y trabajos que parecían iba para largo y que apuntaban alto en sus inicios. ¡Eh! cuidado con lo que estás pensando ahora, de gafe no tengo un pelo, te lo he dicho claro en el título de la entrada, simplemente llego a los sitios tarde y mal. También mis relaciones amorosas y apasionadas concluían con desatino y falta de aprovechamiento. Propio de quien acude a las llamadas fuera de horario o con la cabeza pensando en otras cosas.

Y ahora postrado ante la vida que se me escapa en esta cama de hospital comarcal, ahora que leo los labios de mis enfermeras donde especulan sobre mi agonía, sobre las horas que me quedan de calor y de gasto sanitario, todo eso no me sorprende ni apena. Ya lo sabía. Llevaba dos días con unas ganas por vivir hasta ahora desconocidas. No podía haber otro final. Vuelvo a llegar mal y tarde.

Punto y seguido.

Siguiendo una iniciativa de La radio de los blogueros, aquí está mi aportación a esta manifestación de finales.

Todas las cosas empiezan cuando otra termina. Es ley de vida, incluso es necesario que vayan acabando para que empiecen otras. Muchos creen que salvo la muerte todo tiene su continuación. Y hasta en lo de lo necrológico el propio ser humano ha estructurado nuevas vidas para después del final de los finales, cielos e infiernos al gusto del consumidor.

Pero volvamos a mi historia. El día que el gas butano me dejó con la cabeza enjabonada y la garganta seca de llamar a mi novia para que cambiara la bombona empezaron a sucederse una serie de finales inesperados. Abrí la puerta del cuarto de baño y un silencio atrapaba el ambiente, un silencio sospechoso, un silencio que terminó con mi relación con Lidia. El silencio permanecía de invitado no querido y tuve que excusarlo con mucho teatro mostrando una aparente sangre fría ante ella y mi hermana -hay que decirle a papá que se pase a Gas Natural y ahora me marcho a casa de Jorge- perdiéndome en el pasillo pero volviendo a los dos segundos - antes me enjuago y me visto- aunque ellas seguían en el sofá besándose y metiéndose mano de una manera prodigiosa.

Todas mis situaciones comprometidas las he solucionado en casa de Jorge. Entraba con un problema y salía con la solución y una borrachera. Tenía una habitación acondicionada para escuchar música. No entraré en detalles técnicos pero había mucho dinero invertido entre aquellas cuatro paredes. Producto todo del final del matrimonio de sus padres que desde su adolescencia lo colmaban de regalos para no perder nunca su sonrisa individualizada. Sonaban Danza Invisible cuando me saludó desde su cama medio tumbado y leyendo un cómic de los Strumtruppen. Al verme asomó su pequeña cabeza peliroja -quillo no volveré a ver más a Clara, se marcha a Madrid a las cuatro, nunca más, sólo me queda el recuerdo de una noche, que noche quillo, que noche, mi noche, sólo me quedarán recuerdos- y volvió a meter su nariz en la segunda guerra mundial vista desde unas tiras cómicas.
Poco me quedaba a mi por hacer allí, el santuario de mis problemas estaba en la boca del lobo y lo innombrable había venido a devorarlo. Antes de marcharme le dije - Jorge creo que nuestra canción favorita del disco de estos malagueños ya no es El Club del Alcohol- y cerré la puerta sin esperar respuesta.

Desde la calle, frente a la ventana que da a la habitación de Jorge durante muchos domingos de otoño se le pudo ver leyendo cómics mientras sonaba su nueva canción favorita en un equipo de alta fidelidad Philips.
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El fin, el fin del verano.
El fin, el fin del verano.

El fin del verano siempre es triste,
aunque entre las mantas pueda hablar de amor
del cielo beige al cielo gris oler castañas
y entre el humo anhelar el calor.

Pero el fin del verano es triste,
aun cuando sabemos que todo es un ciclo
y llegará el día en que sudando
desearemos otra vez el frío enero.

El fin, el fin del verano.

Es el momento de la lluvia,
las hojas muertas color ocre,
la hora del sueño del lagarto
el fin del verano es triste, querámoslo o no.

Lejos de los ojos guardaremos la piel.
El fin del verano siempre es triste,
aunque entre las mantas pueda hablar de amor.
La noche alarga su jornada y el día, vago y breve, se escapa.

Abril es el mes más cruel,
alguien lo dijo antes
pero el fin del verano es triste
y ahora aún soy joven.

Los Dalton

Les llamaban los Hermanos Dalton por su enorme parecido a aquellos asaltadores de bancos a los que el vaquero Lucky Luke encerraba una y otra vez. Los reales sólo eran tres y nunca habían pisado los centros penitenciarios del país.
Llegaron por primera vez ante el juez de guardia en una gélida mañana de enero. Una mañana de témpanos y carámbanos que en temperatura empataba a la que se respiraba en el despacho que presidía la jueza Torres Carrizosa. El frío que rodeaba a los tres hermanos era un bloque inquebrantable que hacía caso omiso de los chorros de aire caliente que salían de los respiraderos de la pared. Sólo el menor tenía las manos esposadas a la espalda y se mantenía erguido. Los otros dos mostraban sus cabezas agujereada en el centro de la frente. El resto del cuerpo lo cubría por completo una caja de madera construida con tablones que aún conservaban las impregnaciones de su anterior contenido. Museu del Cántir. Argentona. Frágil. Fràgil.
El menor de los hermanos confesó su crimen. Reconoció ser el asesino de sus dos familiares. Admitió que él disparó certeramente las dos balas. Sus dos primeros disparos en sus diecisiete años de vida. Agregó a sus escuetas afirmaciones que él simplemente cumplió con su destino. Respetó el camino que la vida le había asignado. Mató a su hermano Francisco por ser un ser humano malvado. Lo más humano que pueda existir. Mató al mediano Carlos por ser un animal malvado. Lo más animal que pueda imaginarse. Francisco mataba siempre por placer. Carlos por necesidad. Y con los ojos llorosos se sentó.
¿Ha terminado su declaración?- dijo en voz alta la magistrada tras esperar varios segundos.
Sí, señora, sólo me queda preguntarle ¿Por qué maté a mis hermanos?- y agachó la cabeza hasta casi clavarse con furia el mentón en el pecho. Ese mentón tan afilado como el de los hermanos Daltón a los que el vaquero Lucky Luke encerraba una y otra vez en la prisión del condado.

El indolente

Me acuso de ser un peligro para el sistema - repetía como un autómata mientras mantenía pegados sus dos brazos sobre el mostrador, boca arriba, -deténganme, no esperen más, mañana podría ser demasiado tarde, nunca he actuado en defensa de ninguna causa y sin embargo desde la infancia he estado aparentando lo que no soy, sería imposible mostrar mi verdadera imagen, demasiadas capas de cebollas y mentiras me envuelven, deténganme, antes de que sea demasiado tarde, antes de que empiece a actuar en nombre de mi propia voz, que comience una cadena de apostasías que pudiera contagiar al resto de mis vecinos, de mis compañeros de trabajo, que pudiera llegar a otras ciudades ¿no ven el peligro que supondría no aislarme de la sociedad? Deténganme, mañana sería demasiado tarde. Conozco, me la he encontrado de bruces, la verdad, esa que hace al hombre ser distinto del que tiene al lado y por tanto libre, lo he visto tan claro que no puedo estar más tiempo callado, no pueden permitir que la pasividad con la que he llevado mi vida todos estos años pueda dar un vuelco que me haga reflexionar y extender mi pensamiento, los demás han alcanzado un nivel de felicidad que ahora destrozaría en cuanto les hablara mirándoles a los ojos, deténganme, he encontrado el núcleo que mantiene todo este sistema en equilibrio, se lo que hará que todo termine, deténganme antes de que esta savia vírica pueda extenderse hasta el último ser humano, antes de que se sepa lo que nadie quiere que sepamos- y se arrimó hasta acercar su cara a milímetros de la del sorprendido funcionario y continuar lenta y sigilosamente a decir palabra por palabra -no hay nada más allá de lo que vemos.

La ciudad

La ciudad se cerró como un mapa de excursionista. Los polígonos industriales besaron a los barrios residenciales antes de hundirse juntos, de la mano, en el abismo de un pliegue. Y allí siguen todos esperando una nueva limpieza para saber si podrán volver a ser el juguete almacenado de un niño que todo lo tiene o el sueño más valioso de un niño que nada tuvo.

La cruz en el mapa

Este es el punto donde hay que cavar. Lo tengo claro. De aquí no se mueve nadie sin que lleguemos hasta lo que buscamos. Ramírez lo ha señalado catorce veces, o veinte, que se yo, siempre coloca el dedo en el mismo sitio. Ponle el mapa como quieras, coge el que te parezca, siempre marca el mismo cruce de calles. Ya llega Sánchez con la TGHZ-20. Tres años llevo esperando este momento. Y tengo plena confianza en Ramírez. En cada ocasión que se le ha requerido ha dado con la yema de su cicatrizado dedo en el mismo punto, en la esquina de Caballerizas con Rodríguez Marín. Siempre el mismo punto. Incluso con el Google Maps, hunde su índice en la pantalla, no una sino catorce o veinte veces. Que se yo. Tengo plena confianza en Ramírez, mi fiel compañero en la búsqueda de tesoros urbanos y ciego de nacimiento.

El plan B

Entré dentro hasta donde me dejaron pasar. Me volví sin bajar la cabeza pero pensando en otra cosa. Una extraña intuición me había hecho suponer que aquello podría ocurrir. Y me gustaba saber que me conocía a mi mismo aunque quizás algo tarde para sacarle jugo al descubrimiento. No entendía muy bien que me había llevado hasta allí. El guardacoches, Simon Pete o algo así dijo que se llamaba debía de saber algo porque me arrojó al aire las llaves al verme cruzar el umbral. Vuelva usted mañana -me dijo- y ofreció su mano para que le depositaran las llaves de un BMW plateado que acababa de frenar justamente detrás rozando mi viejo 124 de fabricación nacional. No le contesté pero tenía claro que antes iba a probar fortuna en otro lado. En el otro lado.

El arroyo Garabato

Todos los experimentos tienen que acabar alguna vez para poder sacar las conclusiones y las oportunas críticas que unidas al disfrute durante su ejecución van conformando los pasitos que damos en la vida. Sobre los adoquines de este Callejón un riachuelo ha llegado al mar.

Última entrada en el Arroyo Garabato

Cuando nació El Arroyo Garabato lo hizo con fecha de caducidad. Nació para un año y ese periodo de tiempo está concluyendo. Una entrada por semana. Una foto por entrada. Una palabra para cada foto. Y un juntador de letras que daba rienda suelta a su imaginación. Espero algún día poder rematar la faena: escribir una historia con todas las palabras que fui dejando en cada piedra de este río que ahora ya mezcla sus dulces aguas con las saladas del mar. GRACIAS.


El viajante

Mientras espero en la parada del autobús, tu ausencia definitiva en mi vida me hace ignorante de lo que a mi alrededor sucede. La señora octogenaria que se sienta a mi lado intenta robarme la cartera del bolsillo trasero del pantalón. Me hace cosquillas y profundizo más en mi pérdida de conciencia viajando a esas caricias tuyas en mi pecho que te gustaba hacerme aun con la respiración entrecortada y sin tiempo para reponernos del sabor de nuestros sexos en el último beso. Sigo esperando porque han pasado tres y ninguno es el que me llevará más lejos. No queda nadie en la parada. Seguiré esperando. No tengo prisa. Y no quiero marcharme. En cuanto salude al conductor, pase la tarjeta sin contacto y busque un asiento donde sentarme pondré todo mi empeño en sonreír a la primera chica con la que pueda hablar. Nunca repito en la misma ciudad.

Pieles secas

Hoy la lluvia te ha calado hasta los hueso y sin embargo tu piel sigue estando seca. ¿Cómo lo haces? Supongo que ahí estará el secreto. Ese que dicen guardas celosamente.

¿Por qué nadie te vio nunca llorar?

Vida condicional

Si las ventanas de la oficina estuvieran abiertas de par en par, si las persianas volviesen comprimidas a su mínima expresión, si el sol supiera que hay quien necesita de su calor, si las dos torres gemelas de papeles que presiden mi mesa no me impidieran ver más allá de una grapadora -que además es sacapuntas, ¡tiene guasa el aparatito!- y un perchero atestado de ropa de invierno en pleno mes de Julio, si dos cuadros de Hokusai devoraran a los retratos de los Fundadores colgados en la pared a modo de escoltas bigotudos y gruñones, si los largos pasillos de los que me hablaron aquel día de la entrevista en el Hotel Plaza no hubieran sufrido una abducción y sustituidos por una pared color ocre -tirando a marrón- que limita literalmente el movimiento de mi silla, si todo esto fuera posible podría atravesar la frontera de mi escritorio y mirando cara a cara a mi compañero preguntarle '¿Te funciona Internet?'

El nuevo proyecto

Quiero que simules que la conoces desde hace tiempo y que ahora has empezado a fijarte en ella para tus nuevas oficinas en Zaragoza. Debes ir dejándole miguitas de pan por el camino insinuando que no sólo se trataría de trabajo. Sin decirle nada directamente, ¡eso nunca cariño!, debes hacerle creer que ella es una mujer sensual, dulce, potente, atractiva, que desprende ese aroma que a los hombres os hace volveros pensativos y enredados en sus caderas mientras perdéis el hilo de cualquier conversación. Quiero que la seduzcas, mi amor, quiero que vuelva a morderse el labio inferior cuando esté soñando, que la vuelvas a colocar en el mundo que antes dominaba. Quiero que recupere su autoestima, que vuelva a ser la que fue.
Sabiendo que puede volver a enamorar ganará la batalla que la tiene ya tres años encerrada en casa...

N.

Tenía algo que contarte

Tenía algo que contarte. Y lo tenía preparado, bies estudiado, bien aprendido, ensayado, comprobado frente al espejo, frente a otro yo que no eres tú. Frente a la mentira. Y ahora que ya lo tengo archivado, aprendido, memorizado y trabajado como me dijiste debía hacerlo. Ahora tu te largas, te vas, te esfumas, desapareces. Quizás con alguien que no dijera tantas veces lo mismo, que no se repitiera tanto, que no iterara todas sus ideas sin una salida definitiva, que no viviera en un bucle maldito de palabras, enlaces, citas, entrecomillados y referencias. Quizás, puede ser, tal vez.

Psst, psst, que vienen, que vienen

De nuevo, traigo al Callejón material de la desaparecida Secuencias, aquella revista mural que leían cuatro pero que nos hizo pasar grandes momentos en aquel sotano ... quiero aclarar que en esto del cine simplemente tengo referencias, me dejo llevar por buenos consejeros y tengo una malísima memoria para los nombres y los finales de películas... además de quedarme estancado hace mucho tiempo, amar a Billy Wilder, a Hitcock y a Jarmusch al mismo tiempo y confundir a Cary Grant con la mayoría de los actores...


ENTRE ROJAS
Primer largometraje de Azucena Rodríguez y en el que se tira a pecho descubierto sobre un tema cargado de resquemores y heridas no muy lejanas. Se mezclan en la carcel de Yesería una actriz de reconocido prestigio (Penélope Cruz), actrices que van empujando (Cristina Marcos, Ana Torrent) y una novel a la que habrá que se¬guir la pista (María Pujalte).
¿Recuerdan a Rosa Bergés con Boom, Boom?, pues no se estrañen de ver a Azucena Rodriguez recogiendo el mismo premio que Rosa recogió en su momento como mejor director/a novel en los Premios GOYA.

COMER, BEBER, AMAR
Una nueva comedia de Ang Lee (el del Banquetes de bodas) contándonos los problemas que surgen en la vida de un repu¬tado cocinero de Taipei, padre de tres hijas rebeldes.
Por medio aparece una viuda gruñona y muchos enredos. En fín, si la anterior valía la pena, supongo que se puede intentar com¬prender el nuevo humor taiwanés.

ANTARTIDA
Seguimos con otro nuevo. Este viene acompañado con un plantel técnico curioso: como guionista Francisco Casavella (El triunfo, Quédate), la fotografía de Javier Aguirresarobe (La madre muerta, Días contados). El director es Manuel Huerga que ha estado traba¬jando anteriormente como realizador de televisión y artista video¬gráfico.
Es la historia de una huida y la que huye es Ariadna Gil, con un pelo "oxigenado" y sorprendiéndonos con un inusual aspecto canallesco, es una heroinómana de un pasado de color de rosa.
Junto con su director debuta también el actor Carlos Fuentes.

BARCELONA
El director Whit Stillman (Metropolitan) arroja a dos jóvenes estadounidenses en la Barcelona de los ochenta para ver como se defienden. Película romántica pero con el duro transfondo de la sorpresa que provoca sobre los norteamericanos el rechazo europeo ante la agresividad política exterior de aquellos años. Suerte Whit.


Animal Cracker

Como en tantas ocasiones


Como en tantas ocasiones volví a emprender un viaje, en busca de la belleza que impregna la esencia de la vida. Y como casi siempre, el punto de partida estaba dibujado en su piel. En esta ocasión en una cima, la del Monte Gurugú...

La primera visita

Nota previa: Notaréis que este texto se excede en longitud a lo habitual en El Callejón. Espero no sea obstáculo para que lleguéis al final. Además incurren sobre el texto dos detalles poco frecuentes; uno es que es un texto que publico a la vez también en La cuarentena Sevillana bajo el nombre de Quedan seis lunas, y la otra es que una bloguera ha participado con varias aportaciones que aparecen en momentos claves. Ella lo escribió sin saber que estaba dando forma a una trama.

Era la primera vez que pisaba la ciudad. La primera de muchas que vinieron después. Casi siempre en primavera aunque en los últimos años la frecuentaba más de octubre a marzo que es cuando realmente se parece más a aquella ciudad que fuera antaño en primavera.

Antes de que el taxi fuera absorbido por ese dédalo de calles que llaman 'el centro' sus habitantes miré hacia atrás y vi el puente que es sólo la mitad de un sueño. La otra mitad se la llevó la realidad de lo que es el verdadero reparto de la riqueza: hago uno y me cobro dos. Me duché en el hotel y bajé al comedor. Al terminar la comida observé que era el único español que había en la sala. Todos los comensales pertrechados de buenas cámaras y gruesas guías de bolsillo eran extranjeros. Quizás no debiera haber estado allí, no me correspondía pero llevaba trabajando duro tres años en un sector en alza y tenía dinero. Esa era la verdad. El desembolso por el buen hotel y las fechas que eran no iban a mermar mi ritmo de vida ordinario en un futuro próximo. Realmente era un tipo que gastaba poco, y sí, puede que algo aburrido. Pero eso iba a cambiar. Eso pretendía yo con este viaje.Y fue entonces cuando me acordé de que debía llamar a alguien. A mi anfitriona en la ciudad.


Susana me fascinaba en su totalidad pero su mirada me tenía cautivado. Habíamos tenido algún escarceo y todo me sabía a poco. Me senté en uno de los orejeros que poblaban el salón Murillo. Al fondo, en una televisión dentro de un mueble estaban retransmitiendo procesiones. No tenía volumen y nadie en la habitación parecía echarle mucha cuenta. Comenzaron los tonos de la llamada. Estaba nervioso. La cámara acercó el objetivo a una cruz que no dejaba ver a su portador. Unos pies descalzos y el final de un cono de tela negra era la única pista sobre él. Susana no cogía el teléfono. Multitud de personas iban delante de este nazareno, varios con micrófonos, algunos con cámaras y otros con chaqueta y corbata y una mano en la oreja moviéndose sin rumbo en una zona que parecía acotada. Al décimo pitido colgué mi móvil. Otro del que si podía ver todo su ropaje blanco entero se acercaba a un lateral para hablar con otros hombres que se pusieron de pie a su llegada. Con el paso del tiempo todo esto fue tomando sentido y cada pieza encajaría en unas formas y un protocolo. Volví a llamar tres veces en la siguiente hora incluso una cuarta lo hice desde el teléfono del hotel. Nada. No estaba en su casa y el móvil no lo descolgaba nadie. Tendría que esperar y seguir intentándolo. Salí del edificio, plano en mano pero con la idea de no despistarme mucho del hotel. Un segundo antes de salir, me volví al mostrador y le dejé al recepcionista mi número de móvil por si llamaba o aparecía ella. Seguía sin coger el teléfono. Ya había cruzado la puerta giratoria cuando me volví de nuevo hacia adentro, de nuevo al mostrador, de nuevo al recepcionista a pedirle un último favor '¿Dónde voy primero? ¿Donde están las procesiones? ¿Ya han salido todas?'. Verdaderamente no estaba preparado para el plan B, la posibilidad de no estar con Susana no había pasado por mi cabeza en ningun instante. 'Le noto algo perdido. Fuera corre usted peligro. ¿No sabe lo que hay ahí fuera, no ha leído nada, no...? mala cosa si no sabe lo que hay que hacer un día como hoy en un sitio como este... pero no ponga esa cara... tengo su Lazarillo... tome... ¡ah! y esto también... es lo que llamamos el programa con el horario y las calles... Suerte y disfrute, deje que la ciudad se le meta por los poros...'. Di mil gracias a Jose Carlos -como ponía en su chapita dorada- y me guardé el librito y el programa en el interior de la chaqueta.


No me dió tiempo a pensar en otra cosa, de la misma esquina llegaba un sonido que cualquiera podría distinguir, hasta este que les escribe, sin duda, eran tambores. Un pitido alargado se intercaló entre ellos para luego desaparecer, y tras varios segundos se escuchó la banda en su plenitud. Me acerqué todo lo que pude. No conseguía ver nada. Todos miraban para el mismo sitio que yo. Pero ellos parecían que ya sentían o intuían algo. En esta ocasión los nazarenos iban de azul y blanco. La música siempre con un aire melancólico no invadía de pena a los presentes sino todo lo contrario los rostros sonrientes miraban hacia arriba. Frente a mi, ya, un crucificado con la cabeza totalmente hacia abajo, con las costillas muy marcadas y unas heridas sangrantes que se levantaba sobre una estructura de caoba labrada y brillante por la plata que aparecía y desaparecía segun la intensidad del sol que caía sin piedad sobre aquella calle de una ciudad del sur de Europa en primeros años del siglo XXI. No me di cuenta que en el paso había otra figura hasta que no avanzó unos metros. Era una mujer. Me salí hacia afuera más de siete filas de personas y avancé por el otro lado de la plaza o paseo por la que transitaba la procesión. Tuve que esperar un poco pero volvió a repetirse la escena anterior. Tuve que hacer un esfuerzo para no volver a perderme en los detalles de los acompañantes que por fuera hablaban a los faldones y sobretodo no perder mi vista en el Cristo derrotado, me interesaba la mujer que arrodillada en el centro de la escena, entre altos y gruesos cirios, abría sus brazos ofreciendo un rostro que desde mi posición era la viva imagen de la pena y el dolor. Tenía que ser María Magdalena. Podría haber sido cualquier mujer que hubiera perdido a su ser más amado.


Me comentaron que el siguiente paso en llegar tardaría un buen rato. Seguían pasando nazarenos con capas blancas y cirios. Muchos niños, mucha gente. Llamé de nuevo a donde sabía que no habría respuesta y abrí el librito por una página cualquiera. 'De pronto, reparé en algo que lo cubría todo. El ambiente estaba impregnado de un aire espeso pero efímero, era un olor que con los años no he podido olvidar pero ¿qué era aquéllo?' - cerré el libro, leí la portada 'LA PRIMERA VISITA', no llevaba el nombre del autor, ni editorial ni referencia alguna y el cosido de las hojas era claramente artesanal, tirando a casero... y en la primera hoja comenzaba el primero de los capítulos...'Regueros de gente iban de un lado a otro, en un caos que, curiosamente, parecía ordenado. Pensé lo difícil que sería moverse en una ciudad así, con gente de aquí para allá, calles cortadas, bullas inaccesibles, vallas, largas esperas para atravesar escasos metros.'


Abandoné la multitud para dirigirme a la esquina opuesta del paseo de tierra. En el primer banco libre que encontré me senté y devoré el libro. No se cuanto tiempo empleé en hacerlo. Parecía que aquel libro había sido escrito para alguien con el mismo problema que ahora me acosaba. Aclaraba mucha dudas pero todo lo rodeaba de un barniz de misterio. Era la mejor guía que podría haberse escrito, describiendo no sólo lo que se ve sino lo que se siente o lo que se pretendía conseguir con aquellos ritos y formas. Respiré de nuevo, como lo había hecho tras la primera lectura de aquel párrafo escogido al azar. Tragué saliva. Me entró frío al pensar en algo imposible. Un presentimiento. Tenía el libro sujeto con dos de mis dedos por la última página. La música sonaba a lo lejos. Escrita a mano una nota. A las nueve y media te recojo en el Hotel. Espero que ya sepas que se dice capirote. Besos pendientes. S.

El pequeño Zoid

Corre, vuela, venga muchacho, esta vez seguro que lo consigues, venga no te rindas, quítate todo de la cabeza, piensa sólo en correr, en ir más deprisa, acelera, tienes que aumentar el ritmo, al final está la victoria, y esa es para uno sólo, es para ti, muchacho corre, bien, bien, queda menos, bien, no mires para atrás, bien, así está bien, ese esa es la cadencia, el espíritu del invencible, del guerrero tribal, ese es mi chico, vamos, saliste bien, hay que acabar mejor, ser el primero, del resto no se acuerda nadie...


A todos los espermatozóides de este mundo cruel

Estupefaciente

A las ocho y tres minutos alguien ponía en marcha el aire acondicionado y con un ruido imponente empezaba una mañana más la invasión del espacio que estábamos respirando. Se hacía dueño de toda la oficina. Eramos conocidos en el edifico como los polacos. Eramos los que sufríamos la invasión alemana cada día, Viessmann se llamaba el general de las tropas hostiles. Comenzaba siendo simplemente molesto, simpatizando en las conversaciones, diluyendo algunas palabras que no encontraban su destino final y terminaba congelando a la secretaria de la jefa de contabilidad.
En el cuarto de la fotocopiadora tenia levantado un iglú. Allí pasaba casi todo su tiempo de trabajo, incluso había pedido le pusieran un terminal de teléfono para el fax y el informático las pasó canutas para que la señal inalámbrica llegara hasta aquella cueva urbana. Sin embargo su piel era la envidia de un departamento minado de mujeres -de todas las edades-, tan tersa, tan fría, tan brillante, y lo mejor para las largas jornadas de encarcelamiento administrativo, ella no perdía nunca la sonrisa. Era una mujer distante pero atrayente al mismo tiempo. Nunca he vuelto a sentir esa extraña imantación. Tan ajena a las chicas de mi edad. Alguien, durante un desayuno, sentenció 'Julio Verne hubiera escrito una novela... una aventura a lo desconocido'.
En esta distancia que os describo mirábamos el movimiento de su blusa. La separación entre los botones dejaba que el aire que surgía con fuerza de las paredes jugueteara entre sus pechos mientras realizaba su trabajo. La especulación silenciosa e imaginativa sobre su cuerpo, su vida fuera de Polonia, sus pensamientos respecto a lo que le rodeaba era el entretenimiento de parte de los empleados de la oficina. Especialmente de los becarios del departamento de Análisis Financiero. Suponíamos que el sentirse observada la hacía más radiante, más bella, más fría y especialmente, increiblemente más sensual. Muchos hubieramos seguido seis meses más bajo el yugo de la esclavitud camuflada, moderna, multimedia, global y consentida en que se había convertido nuestra vida de becarios.

Circunferencia

En muchas ocasiones pudiera pensar algún lector que quedarse encerrado en un ascensor de un hotel de Palma no tiene porque tener nada de especial. O sí, todo depende de lo poco que se viaje. Seguramente verse rodeado de tres como tú pero no poder verles la cara porque una pila de maletas y de cajas con ensaimadas y sobrasadas te lo impide puede que no sea muy sorprendente. O sí, todo depende del vozarrón que tu profesor de lengua lance al aire acondicionado del hotel con sólo tres palabras y en una de ellas tu apellido.

'¡Aranda otra vez!'.
'Pero lo de ayer era...'
'No moveros que vienen a sacaros'.
'De aquí no nos movemos se lo aseguro'.

La última vez que me quedé encerrado, décadas después,
fue porque necesitaba sellos para Palma.

Y este verano me ha dado por poner dibujos, en este caso de http://www.kalipedia.com, pero que será pasajero, algo temporal, no os preocupéis que pronto volveremos al desértico paisaje habitual en El Callejón de los negros, sin colorines y sin nada que distraiga a este juntador de letras al que las musas, porque haberlas haylas, no han llamado a su puerta este tiempo de estío.

La primera frase


Luz de gas lo puso en el aire como sólo sabe él hacerlo pero el trabajo fue vuestro. Desde el Callejón simplemente encendí la candela para que los amigos se reunieran entorno a una lumbre.

A veces pienso que estar contigo me da vida. Vida envuelta en tu amor. Propongo un viaje. Quizá el amor no sea más que un invento del cine. A los setenta años pocas cosas te quedan ya por hacer. Salió de la sala y se metió en un bar de esos donde las cosas del sexo pueden parecer más fáciles. La literatura era su vida...días enteros escribiendo. Siempre quiso hacer un viaje de cine. No sólo literatura necesita nuestra vida para curar las heridas que produce su andadura. Durante mi vida tuve mucho amor, aunque preferí el sexo. Su sexo.
Fotografía de http://tetealca.blogspot.com/

Veintitrés euros con cincuenta y cinco céntimos

¿Como terminaríais este microrelato?
Todo el que quiera puede terminar el cuento usando como máximo otras cincuenta palabras.

Estoy deseando leeros. GRACIAS
La alegría de encontrar en un pantalón -que ya ni se acordaba que tenía- veintitrés euros con cincuenta y cinco céntimos le produjo tal revuelo en su vida que desde entonces no pierde la sonrisa, no tiene un mal gesto con nadie y tiene el cuerpo inflado de esperanza.

Pensó, ¿qué haré ahora con estos veintitrés euros con cincuenta centimos? Fue a dar un paseo y se encontró a una mujer pidiendo ante la puerta de una Iglesia con su niño en brazos, le dió la mitad de su dinero y con el resto hizo la compra del día.

Esteban (por otro medio) también nos dejó su final...
Presentimiento de que cualquier día puede ser especial. Bastó una mirada a los dos billetes y el puñado de monedas para recordar… era el cambio que devolvió el camarero del restaurante de aquella primera cita con la que tiempo después llegó a ser su esposa. Por cierto no dejó propina.

Pan, algún embutido. Poca cosa. No quería gastarlo todo porque había tenido una idea: darse una vuelta por la ciudad en autobús. Llegó a la parada. Esperó. Eligió al azar una línea cualquiera y, al subir, al pedir su billete al conductor, se dio cuenta de que acababa de enamorarse.


Veinte paquetitos de tres euros cincuenta, reliados en papel de periodico para ser canjeados en el primer banco por flamantes billetes, ¡como lo pudo olvidar con lo que le pesaban los bolsillos! los emplearía en comprarse una tonelada de rabillos de pasas para la memoria, que estaba gastándole malas pasadas.

... compraría un par de piñatas [jo! con lo que me gustan! ya las estoy viendo!] y las llenaría de chuches y juguetitos [probablemente tendría que echarle algo más de dinero, pero no me importa], las colgaría en el patio de mi casa, llamaría a mis 4 sobrinos ... y a disparar fotos!
mrrm...
Al salir de casa y meter las llaves en el bolsillo sintió el tacto del dinero olvidado, le dio un vuelco el estómago, no era de angustia, por fin.
Saco la mano, contó el dinero, 23,55. Pensó: no está mal, no es un capital pero para un homenaje me da.

Porque es tan soñador que cree a pie juntillas que algo tan bueno le pasará dos veces...

Jesús (por otro medio) también nos dejó su final...
El recuerdo se hizo presente, la rabia del pasado se convirtió en perspectiva,
sumó unos euros para poder completar el billete de tren de vuelta y reafirmarse
en que todo había sucedido como ella había pronosticado.

Luis (por otro medio) también nos dejó su final...

Acababa de llegar a su casa un sábado por la noche. Había gastado todo lo que llevaba en copas para él y sus amigos (o eso pensaba). El bolsillo le pesaba, pero calculaba sólo unos pocos euros en mucho cobre. Se acostó, y mientras le decía al armario que no se moviera, contaba las monedas, 20, 21, 22, 23 con 40, 45, 50 céntimos. y el billete? dónde está? Sólo había monedas. Al menos había algo.

América.

Su sonrisa le llego fresca como si delante de él estuviese todavía ,el tiempo parecía transcurrir lentamente desde hace tanto meses.
...Nos da tiempo de otro café aun no llaman para abordar el avión
Un año pasa muy rápido cuando el invierno entre crujiendo sus pasos en el otoño regresaré...

El Humilladero

Hoy es mi día de suerte pensó al meterse la mano en el bolsillo de la vieja sahariana y encontrar aquella fortuna. Salió dispuesto a gastarlo en un antojo, paró su Vespa en el semáforo, un moreno se le acercó diciendo: ¡Amigo!
44º a la sombra.
Tomate algo fresquito paisa...

Luz de gas.

Salió raudo y veloz hasta la calle y caminó entre las tiendas acariciando las monedas con las yemas de los dedos, nada le atraía lo suficiente como para invertir en ello su tesoro. Siguió caminando hasta el acantilado, el aire lo empujaba hacia atrás pero la fuerza le hacía continuar adelante. Era la mar.

Pantera blanca

Ése era justo el dinero que le faltaba para comprarle a su novia el anillo de compromiso que le gustaba. Eso, sin duda, no podía ser otra cosa que un buen augurio

Thiago.

No era por el dinero en sí, su alegría era porque nunca había encontrado nada antes en su vida...

Uve
Salió a la calle y se gastó 3 euros con cincuenta céntimos en gominolas, chocolate y un refresco, lo demás lo guardó. Ahora tenía 20 euros para vivir un poco más...
Fauve.
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Nunca había confiado en las compañías de bajo coste, pero entendió que era una señal del destino y compró el billete de ida a Londres. Decidió conocerla y al llegar supo que la había encontrado. Era ella. La mujer de su vida.


Oriana

Cada mañana buscaba entre su ropa vieja, camisas prehistóricas, chaquetas imposibles. Revisaba bolsillos y pliegues. No podía fallar. Siempre encontraba la misma cantidad: veintitrés euros con cincuenta céntimos. En algún lugar, un hada de la fortuna se arrepentía terriblemente por haber empezado esta cadena viciosa de dependencia disfrazada de ilusión.

Dime una mentira...

Vuelvo a meter la mano en el baúl de los recuerdos y nos vamos muy lejos en el tiempo... de nuevo a los comienzos... a aquella revista mural SECUENCIAS...


En esta mini sección dentro de FILA CERO queremos recoger aquellos diálogos, que por diferentes razones, se nos han quedado clavados en la mente. Si de alguno no nos acordamos, entre todos podemos sacarlos. Os esperamos con vuestras aportaciones.

Comenzamos con JOHNNY GUITAR , película del oeste de 1954 dirigida por Nicholas Ray (La Crosse 1911 - Nueva York 1979) y que entre los críticos de la época levantó calificativos como abstrac­ta, surreal y que estaba llena de amargo romanticismo. Este direc­tor fue el que realizó Rebelde sin causa (si no recuerdo mal, primera película del mítico James Dean).

Otras películas suyas son: La verdadera historia de Jesse James, Rey de reyes, 55 días en Pekín.

Para los curiosos: estando ya retirado del mundo de la farán­dula y mientras se dedicaba a la enseñanza, realizó un "sketch" llamado Wet dreams.

Pero nosotros a lo nuestro: en el papel de Johnny Guitar tenemos a Sterling Hayden y en el de Vienna a Joan Crawford.

JOHNNY :Dime una mentira. Dime que me has esperado todos estos años.

VIENNA : Te he esperado todos estos años.

JOHNNY : Dime que habrías muerto si yo no hubiese vuelto.

VIENNA : Habría muerto si tu no hubieses vuelto.

JOHNNY : Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.

VIENNA : Te quiero todavía como tú me quieres.

JOHNNY : Gracias. Muchas gracias.

ANIMAL CRACKERS

NOTA : No confundir a Nicholas RAY con un director de cine hindú llamado Satyait RAY que nació en Calcuta en 1921 y que de momento no tengo noticias de su fallecimiento.

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Añado la secuencia para los que no la conocen..

http://www.youtube.com/watch?v=1u7SKJ73yYA

Diálogo breve de un hombre y su espejo

- ‘¿Ovitcida etnemlausnes?’ le dijo el espejo.
- ‘Como no sea el Donut que me estoy comiendo creo que estamos en dimensiones distintas’ le contestó el madrugador empleado de la Compañía Eléctrica del Pacífico.

Veinticinco de junio

Los primeros doscientos días de su cautiverio los dedicó a recopilar palabras.

En su afán de purificar sus escritos pedía al carcelero - única persona a la que veía - que le dijese palabras. Ladrillos para la construcción de un edificio. No quería nada que desde sus entrañas pudiera pervertir el futuro de esa historia que tenía en mente escribir y que como un alfarero sólo le daría la forma adecuada a la materia prima que le venía dada. Simplemente iría adecuando su historia a los términos que consiguiese recopilar. Una idea nunca debe verse modificada por la forma en que se expresa ni el contexto en el que se mueve.

Dos palabras por día. Salvo cuando libraba Ramiro, el asturiano de Tapia de Casariego, que no había querido extender la encomienda, por lo que había días que aportaba tres nuevas ilusiones para compensar los días que no podía llevar ni comida ni ladrillos a su paisano encerrado desde hacía meses por sus ideas contrarias al régimen gobernante.

Hasta el instante en que llegara el papel y los lápices que había pedido al alcaide.

Exactamente cinco fueron los comités por los que tuvo que pasar su petición antes de ser aceptada.

Mientras pasaron los días y las noches. Cada mañana con el desayuno una agrupación de sílabas nueva. Y con el almuerzo otro tanto de letras ordenadas. Las quince primeras eran propias del funcionario que más obsesionado si cabe que el futuro escritor comenzó a buscar en los libros. Y en su casa empezaban a sospechar de intrigas y amorios al verlo marchar a la capital en sus días libres. No buscaba placeres, buscaba palabras en donde más hay: en los carteles de los comercios, en la publicidad, en las bibliotecas, en las conversaciones de tranvía.

Cuatrocientas palabras para una historia.

Comenzó el preso a memorizar desde el primer día. Nada acostumbrado a ello pensó en otros métodos de almacenamiento. Nada punzante iban a permitirle para marcar las paredes.

Las palabras acabaron rayando la bandeja de la comida, en el reverso. Una junto a la otra. Cada doce horas una palabra nueva. Y él seguía pensando en su historia. Cada día con dos palabras nuevas para poder incluirlas en un futuro. Alargaba las comidas el máximo permitido para así familiarizarse con los vocablos. Cuando llegara el papel los fijaría negro sobre blanco para ordenarlos correctamente. Más tarde los enlazaría con nuevas de su propia cosecha que llegarían para reconducir a las primitivas por el camino de la la idea original. Y darles sonoridad en el contexto de la historia. Todo eso estaría por ocurrir.

Finalmente llegó el paquete esperado. Olía a papelería. Le vinieron recuerdos de sus paseos hasta el colegio por el camino de la playa. Y el sonido de la lucha vil entre el mar y los acantilados.

Junto con dos cartas. Una manuscrita del carcelero en la que formalmente se despedía del reo y con un añadido en la esquina superior derecha que recogía lo que verdaderamente quería expresarle pero que obviamente por el control postal no podía hacer en su plenitud. Era el título que le proponía para su historia.

Y la otra carta, con sellos, membretes y tampones de sobra conocidos para él. Redactada a doble espacio y con letra centrada en el folio... una fecha.

Veinticinco de junio del presente año.

Manuel Tejares Delgado murió tal día como hoy hace ya muchos años asesinado por el gobierno de su pais. En el Ayuntamiento de su pueblo preside en la Sala de Juntas, en una vitrina sencilla pero bien terminada, la bandeja donde están escritas cuatrocientas palabras de una historia inconclusa que alguien tituló 'Bandeja de libertad'.


Incendio

Tras aquel incendio en su casa sólo pudieron rescatar bajo su cuerpo carbonizado parte de su diario. Han tardado casi un año de trabajo intensivo en recomponer sólo un trozo de lo que fueron sus memorias. Se trataba de una eminencia dentro de los de su especialidad. Aquella muerte supuso un duro golpe a la investigación química en nuestro país. Todos esperaban encontrar soluciones.
Y sin embargo parece que alguien está pensando en querer hacerte daño. No digo que lo haga. Ni que lo haya hecho. Ni que lo hiciese si tuviese oportunidad, sólo digo que parece que alguien está pensando en querer hacerte daño. Y tú te preguntarás como llego a esa conclusión y te preguntas cómo puedo saberlo. Ahora que me das la oportunidad te lo cuento. Ahora que definitivamente has decidido quedarte, te lo cuento...

Resulta ahora que me saltas con que eres hippie...

Estoy cansado. He pintado el techo del cuarto de baño. Voy vestido para la ocasión. Gorra de publicidad verde...

Por la lectura (escrito de José Luis Sampedro)

El escrito adjunto va firmado por José Luis Sampedro, escritor.
Me adhiero profusamente al escrito y al escritor.

POR LA LECTURA

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.
Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos... Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas. Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.
Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.
Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:
a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.
Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?
Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos? Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.
Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

El regalo de María

María nos proponía en su blog un desafío envuelto en forma de regalo que yo le devolví en forma de comentario y aquí ahora a modo de experimento desenvuelvo para todos. Había que escribir un texto usando estas palabras: VIDA, AMOR, LITERATURA, SEXO, VIAJE, CINE

No me dio sexo, no me dio literatura de piel escurridiza, no quería viajes de por vida, no quería películas de cine con sonido dolby, resultó que quería amor. Y la dejé por imposible.

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Cómo las flores silvestres, auténticas y libres, los lectores y comentaristas del Callejón nos aportan semillas para que la primavera sea más primavera aún...

El aguaó...
A veces pienso que estar contigo me da vida. No sólo es por el sexo es por algo más. Es por algo extraño. Algo que hasta hoy no conocía. Ni siquiera lo había visto en los libros o el cine. Me siento como inmerso en un viaje de ilusiones, con vértigo constante y pellizco en el estómago. Me siento feliz. No sé... quizás esté loco. No pretendo nada. Esto no significa nada. Sólo es un grupo de palabras juntas, no es literatura. Creo que es... creo que es Amor
Mayte...
Vida envuelta en tu amor, palabras deslizadas por tu sexo, literatura inagotable de mi viaje interno poblado de tu aroma, tus sentidos y el paisaje de tu mirada como escenario de un viejo cine olvidado.
mrrm...
Propongo un viaje. Un viaje por un libro; algo espectacular, de cine, no mejor no; algo más cercano, que hable del amor, si, con un poco de sexo, pero del que aparece insinuado y sensual. Pero una buena literatura, además de todo esto tiene hablar de la vida. Buen viaje.
Juanma...
Quizá el amor no sea más que un invento del cine. Al igual que la vida, talvez invento de la literatura. De lo que estoy convencido es de que el sexo es un viaje por tu cuerpo...un amor de cine, un momento de la vida que merecer convertirse en literatura. Sube, amor: quiero iniciar un viaje contigo, sexo o cine me da igual. Ahora sé que quiero tu vida. Toma la mía.
dama...
Como de una historia de esas que se ven en el cine, el encuentro con su cuerpo aquella tarde por casualidad para reencontrame con el sexo pasional que desconocía me hizo pensar que es posible sin amor. Un viaje a través de los sentidos. Fue como la buena literatura, como ese libro que se lee una vez en la vida y te marca eternamente para siempre jamás.
La manijera del caos...
A los setenta años pocas cosas te quedan ya por hacer; y tal vez por eso, a él le gustaba hacer lo mismo al caer la tarde. Se sentaba en un sillón que miraba a la ventana, encendía un puro, veía caer el sol y sobre todo recordaba. A veces con fotos cerca, la compañía de un libro o recuerdo. Había tenido una vida plena, una vida de cine, había logrado vivir de la literatura, había disfrutado de los viajes, las fiestas, el sexo, los amigos, incluso en un tiempo, conoció el amor… Había tenido una vida plena, y cada tarde, al caer el sol, se sentía más vacío.
Luz de gas...
Salimos del cine y nos metimos en un bar de esos donde el sexo puede parecer más fácil. Nos encontramos con Esteban que venía de un viaje por Turquía, venía con su último amor, un estudiante de literatura. Nos tomamos una copa y nos fuimos a casa. Esta es mi vida.
América...
La literatura era su vida...Dias enteros escribiendo...Es hora de dormir...En un rato...Apaga las luces ven pronto.
Donde se quedo el amor, la ternura a pasión y el sexo,ella lo mira desde la ventana lo siente está ahí! ...
No tiene conciencia del viaje final ,su memoria es una pantalla de cine sin imágenes...Algo a robado sus recuerdos, instantes de lucidez devuelven el brillo a sus ojos ...estás ahí! ...
Quiero que me lo devuelvas!....Nuevamente sus ojos se hunden en el vació... El Alzheimer se lo llevo todo.
Zapat...
Siempre quiso hacer un viaje de cine, al corazón de África. Apenas le quedaba tiempo de vida, el médico fue todo lo realista que ella le pidió con su diagnóstico. Lo había interiorizado, no se concedería tiempo para las lamentaciones y la autocompasión. Quería amar sinceramente, dejando salir lo que tanto tiempo había ocultado y hacer en los días que le quedaban todo lo que no pudo hacer en años.

Llamó a Claudia esa misma tarde. Claudia había sido su amor oculto de juventud. Nadie lo supo entonces ni lo sabía ahora. Aquello lo dejaron por imposible; demasiados riesgos para la época que les tocó vivir. Era profesora de literatura en el instituto en el que estudiaron y se conocieron. Quedaron al día siguiente a la salida del instituto, como en los años dorados que disfrutaron.

Fueron a almorzar al restaurante favorito de María; pequeñito, coqueto y con un ambiente muy familiar en el que era fácil sentirse a gusto. Cuando María comenzó a contarle a Claudia sus planes sus manos se rozaron y se agarraron con fuerza. Una lágrima de emoción recorrió la mejilla izquierda de Claudia. No se habían tocado así desde la última vez que tuvieron sexo, tantos años atrás que un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Lacava...
No sólo literatura
necesita nuestra vida
para curar las heridas
que produce su andadura
que como en un cine, a oscuras,
busca su acomodador,
que con su luz dé esplendor
y compañía a tu viaje…
Será el mejor equipaje:
más que sexo, se llama amor.
Fauve...
Durante mi vida tuve mucho amor, aunque preferí el sexo: era joven, demasiado joven. Sabía apreciar la literatura, que no me podía faltar, pero sí el amor. Amaba ir de viaje, odiaba el cine (los cines, más bien). Hasta que descubrí que lo que realmente importa es... la vida.
Porque sin ella no hay amor.
Pero me di cuenta cuando ya estaba muerta.

Trago corto

En aquel extraño papel sólo venían nombres de sonoridad embriagadoramente sugestiva. Tragué saliva. Aún me quedaba regusto a tequila. Y seguí leyendo. Memorizando el mapa que me ayudaría a escaparme del mundo. Poncitlán. Tizapán. Jamay. Tuxcueca. Ocotlán. Chapala. Jocotepec. Ajijic.

En el cuadrilátero

Quién era, yo lo ignoraba hasta que entre en sus ojos con la mirada
('Extraño ser', El blog de Ro)

Nos habíamos enfrentado en más de una ocasión. Esta era la primera que todo ocurría en terreno neutral. Cuando el combate tenía lugar en territorios hostiles para mí siempre salí derrotado. Ahora era cuando podríamos medirnos con alguna posibilidad para mis intereses. Ágil mi rival manejando las defensas, esquivando los golpes, rara vez sale perjudicado si no es tras una sucesión rápida y constante de golpes. Hay que martillearlo para que muestre algun síntoma de debilidad. Mi fuerte, la velocidad con el ariete. Una idea en el aire, un personaje, una escena en la vida cotidiana. Como si posaran durante minutos por un teatro y luego el telón cerrara toda posibilidad de seguimiento. Mi lucha con la escritura, es contra la fuga de la idea en la inmensidad de la pantalla en blanco, por dar forma a una imágen que pasa y no quiere detenerse para ser retratada.

Por el camino más corto

Traigo a esta mañana de Domingo de Ramos el texto con el que concluí ayer mi cuarentena. Es vuestra. Cuando me recupere volverá 'El Callejón de los negros' con más historias de lo que ocurre en las aceras que pisamos.

Que maravilla poder poner el título de la entrada en singular. La cuarentena se acaba, la entrada de mañana tendría que titularse, no queda ningun día, y eso tiene un nombre, pero, tranquilos, disfruta del último día de nuestra particular puesta a punto.
Así concluía el año anterior. Hemos llegado al sábado de pasión. Estamos vivos que no es poco. Cuerdos totalmente no. ¿Pero quien quiere estarlo? Seguramente en un estado donde la sensibilidad nos brota más de lo que desearíamos. Dicen que Juan Ramón Jiménez padecía una enfermedad que le hacía estar en ese estado todo el tiempo. Nosotros sólo, progresivamente durante cuarenta días y de pleno en la Semana Santa. Quizás sea un día como el de hoy, como el de ayer, con esa dualidad tan cacareada pero que es evidente. Hay quien no pisa el centro hasta el domingo de ramos por la tarde y quienes no conocen nada de las llamadas vísperas. Allá cada uno. Nosotros a lo nuestro.

Este día que hoy transcurre con una lentitud contagiosa que cuando menos te lo esperas da el salto fugaz para dejarte en las puertas lo que tenías como meta hace ya casi cuarenta días. Con sus casi cuarenta noches.

Y termina aquí aquello que empezó. Como todo en la vida.

Vuestras muestras de afecto han permitido que este año me lanzará a escribir cuando estuve cerca de dejarlo para mejor ocasión. Ha valido la pena. Esta cuarentena tiene su fundamento en lo cotidiano, en la relación entre las personas teniendo como punto de encuentro la red, como medio maravilloso para compartir lo que por las circunstancias de cada uno no permiten salir a la calle estos días de espera y como recopilatorio de anécdotas, viviencias, sufrimientos, pasiones, olvidos...

No quiero dejar pasar la oportunidad de recordar aquel Foro Abierto que el actual hermano mayor de la Hdad. del Sol, Fco. Javier Parrado, pusiera en la red y que hace ya muchos años nos permitiera exponer nuestros pensamientos y reportajes fotográficos en la red. Fue un (el) pionero aunque esto le pese a algun gallito de pelea (¿como dejar de lado el colmillito cofrade...?).

Y luego vino el momento de gloria para los foros, con el mítico Foro El Nazareno que llegó a convertirse en núcleo de unión entre cofrades de toda España. Acercando a todo el mundo nuestra Semana Santa. Y lo más importante (que daría para varias entradas más) recortando distancias entre los cofrades metidos de lleno en sus hermandades y los capiroteros. Ahí se hizo un trabajo que quizás no ha salido del todo a la luz...

Y el siguiente escalón que estamos subiendo dentro de esta escalera de caracol, que permite compartir tanto a los que gustamos de vivir la Semana Santa a la sevillana manera, es la proliferación de los blogs. Pero de esto ya sabéis más que el que os escribe.

Un abrazo. Nos leemos.

El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
(“El dinosaurio”, Augusto Monterroso)


La convivencia con este tipo de personas nos lleva a la desesperanza, al desengaño, a la decepción, a la contrariedad, al chasco, a la amargura, al despecho, al desaliento, a la frustración, al fracaso, a la incredulidad, al desánimo, al descorazonamiento. Es un dinosaurio de la escena, un monstruo de la interpretación, un depredador en el escenario. Me tiene enganchada y por eso cada mañana deseo que al despertarme ya no esté a mi lado. Que se haya marchado, incluso con otra. Que me abandone él porque yo no puedo hacerlo. Nunca sería capaz y sin embargo, es mi única escapatoria.

TIC

No es de bolsillo el reloj. De bolsillo es el tiempo.
(“TAC”, Javier Mije)

‘Y sin embargo se mueven las manecillas’ balbuceó el reo tras la confesión que le salvaría la vida.