Versalitas

"Tienes debajo de tu asiento un paquete envuelto en una cinta amarilla, gruesa. Hay un lazo con una etiqueta en una de las caras. Sólo tienes que tirar de ella. En el cartón viene escrito tu nombre en mayúsculas, bueno, realmente es versalita, ya sabes, letras mayúsculas en el espacio que ocupa una minúscula, bueno, es tu nombre, da igual, se lee bien, no te puedes equivocar. En el día de tu cumpleaños, Vene, por qué  te llamamos así, son tantas preguntas sin respuestas y algunas como esta nunca me ha preocupado y ahora me martillea el oído como un reloj de cuco, Vene...

No tardes en abrirlo, puede ser muy bonito si lo abres sobrevolando París. Suena romántico. Lo nuestro lo fue. Hubo pasión. Mucha. Todo acaba. Lo nuestro acabó. Siempre te fui fiel. En eso no tendrías que haber dudado nunca. Sólo que había cosas que no deberías haber sabido. No había resquicio de mi intimidad que no estuviera franco para ti pero aquel cajón no debiste abrirlo. 

Te quiero. Nos vemos."

Vene dejó el móvil en el asiento vacío de la izquierda, el que debiera haber estado ocupado por Manuel. Por la ventanilla se veía de lejos algo que podría haber sido la capital de Francia u otra ciudad, eso es cierto. Palpó con las dos manos bajo su asiento y cogió una caja de cartón con un grueso lazo amarillo.

Lo puso sobre su regazo y  estiró lentamente. Casi  terminando de soltarse y abriéndose la caja al mismo tiempo sintió un fuerte golpe en el asiento de atrás y unos brazos rodeándola que la apretujaban contra el asiento.

Al instante, una explosión hizo añicos el avión. Aquel atentado tuvo lugar un día como hoy sobre alguna ciudad de la Île-de-France.