La historia que les voy a contar ahora no la escuché ayer, ni hace una semana, ni es un recuerdo de mi infancia. No, amigos, la historia que me dispongo a relatarles no me la contaron nunca. La viví en mis propias carnes , y... bueno, no hace más de media hora que los hechos a describir tuvieron lugar. Siéntense como todos los martes frente al televisor, pónganse cómodos, como si esta fuera su última noche y sin esa sensación que en las peores pesadillas nos hace sentir una presión en el pecho que explota en lágrimas inexplicables, no, no, esta noche, estos instantes son los últimos de esa tranquilidad que les invade cuando se agota la jornada tras todo el día en el tajo. Ya no tengo prisa. Puedo permitirme el lujo de esperarles. Vayan mandando sus mensajes, sus correos electrónicos. Tenemos a veinte operadoras esperando sus llamadas. Díganme cuando están preparados para que les cuente lo que nadie puede pensar le pueda ocurrir. Esta noche, en su programa favorito, en "La nueva forma de hacer televisión" les vengo a contar mi propia muerte. Pocos son los llamados a revivir tras el final. Díganme cuando están preparados y les propondré se unan a mi causa. No tienen otro remedio. Bienvenidos a la nueva forma de hacer televisión.