De como dos chinos subieron en su nave a la torre más alta, y otras cosas que pasaron

Quedamos en eso, yo te cuento un cuento sobre la torre más alta y tu me llevas el próximo día al castillo que hicieron los árabes, por la puerta del león, y me dices donde está el tesoro. Hoy me lo he pasado genial subiendo cuestas, viendo como cada vez se estrechaba el camino y tu te escapabas de mi vista para darme un susto en la siguiente esquina. Y arriba las campanas. Qué grande eres mi niña, grande como esta torre, eres la princesa, y tu lo sabes, ¡ah! quien te ha dicho que no lo eres, ¡ese mequetrefe! como lo coja lo cuelgo del palo mayor de nuestro barco pirata, no grites que se despierta el corsario pequeño y chillón (también marinero de agua dulce) y ahora no te duermas todavía que viene el cuento, sí, el de dos chinos que subieron en su nave a la torre más alta y otras cosas que pasaron.
Todo empezó una mañana que me desperté antes de tiempo, antes de que el sol entrará por el ojo de pez y de que los perros del panadero decidieran que ya se acabó la noche, antes de todo eso ya estaba en planta. Quería salir temprano pero ahora no recuerdo para qué, bueno, la cuestión es que tenía prisa, y en poco tiempo ya estaba preparado, ¿ dónde iría yo tan temprano? bueno, sigamos, salí de casa, y pisé el suelo del asfalto callejero, respiré profundamente y cuando iba a poner el pie en posición de ¡¡allá voy pa donde sea que no me acuerdo!! se me plantaron delante dos señores nada bajitos pero con cara de preocupación que se me quedaron mirando, y habló el del mostacho blanco, "¿es usted de aquí?", "Sí aunque no se a qué aquí se refiere, ¿le importa que baje la pierna", "Es suya, haga lo que quiera con ella" - me contestó el otro (que sin mostacho era un chino mandarino como el primero) -"necesitamos ir a la torre más alta, es misión secreta y urgente", "pero hombre yo les indico ...". No me dejaron terminar, me cogieron del brazo y amablemente a empujones me llevaron hacia el final de la calle, en la esquina del pasaje confirmé que eran chinos mandarinos auténticos, no entendía lo que decían, parecía que tenía que llevarlos a algun lado, a la torre más alta, y montados en su vehículo, una nave espacial, o eso parecía, que estaba flotando a medio metro del suelo. Me seguían sujetando aunque intenté zafarme varias veces, escaparme quiero decir, no hubo manera, así que pensé que a lo mejor no lo había entendido bien y les dije algo que interpretaron como que podían llevarme donde quisieran. Ni intenté pedirles que me dejaran llamar, ahora sonreían, y me ofrecieron dentro ya de la nave, un café y una tostada " a la española", dijeron. No tenía hambre pero me comí uno de los molletes, cuatro sorbitos para tragar y un par de caracolas de chocolate. Me dio apuro ahora que empezábamos a entendernos. dejarles la comida tirada. "Vamos a subir y desde allí se verá algo más claro". Me agarré donde pude, como tiraba aquello, que repris que dirian los rancios, el sol se quedaba atrás y nosotros hacia la torre, estaba claro, pero si sabían ir para qué llevarme, con la de cosas que tenía que hacer esa mañana, en la que me levante antes de que los perros del panadero decidiran que ya era hora de acabar con la noche, y allí estaban tan chiquititos desde lo alto, ya corrían, buenos días... y la vieja fábrica de cervezas se iba alejando, y más alto subíamos, más claro veía la torre y menos ruido y miedo sentía,, "¿vienen bien equipados estos trastos?..."
Allí estaba, preciosa, altiva, veleta, nos la han cantados poetas y soldados y allí sigue, princesa, enfilando el cielo y soportándonos a los sevillanos y a los turistas, y ahora a los chinos que llegaban en naves espaciales, "vamos a tener problemas para aparcar", intenté explicarles lo de la zona azul y la peatonalización, y las cadenas que rodean la Catedral, no hizo falta, ya estábamos debajo del lagarto mirando el plano. Te quieres creer que nadie nos dijo nada, "era una nave que estaba dentro de las naves , y que seguimos, qué justito entra esto, ¡los espejos!", "aquí hay unas costumbres, zona peatonal, el alcalde no quiere que vayamos en coche de un lado a otro, y ahora me estaba metiendo hasta el mismo centro, ¡toma!" Y empezamos la subida, sin pisarle mucho pero a velocidad de crucero, los que subían y bajaban andando se tenían que pegar a la pared o meterse en los balcones, "¡Dios que bulla" gritó una señora, y volaron gorras de Nike y de los Celtics, y macutos, algunos italianos nos aplaudían, los franceses tomaban notas sobre las marcas de la chapa y los japoneses fotos, y llegó el tapón, en la rampa veintiocho no calculó el del mostacho y nos quedamos atrapados. Ni para arriba ni para abajo. Y venían detrás un grupo de norteamericanas solteronas y un colegio de Torreblanca, y por delante seminaristas de Oviedo. Dentro, dos chinos y tu padre, hija, sí, como cuando en el viaje de fin de curso en el colegio me quedé encerrado con las ensaimadas en el ascensor del hotel, ¡¡Aranda otra vez usted metiéndose en líos!! Tu padre y dos chinos atrapados en la torre más alta. La grua nos iba a crujir, qué, no nada hija, las cosas de los padres. Pero termina bien ya verás.
Sí, claro, terminó bien porque apareció otro chino, que luego resultó no ser chino mandarino sino chino filipino, que hablan un chino al estilo de Tarzán y que se llama tagalo, el chino filipino no, ese no se como se llamaba, es su idioma, bueno, llegó con grandes movimientos de brazos y un destornillador que empezó a usar de forma increible, "sanear, sanear, sanear" se le escuchaba, y nos dejó en carcasa limpia. Arrancó de nuevo el que no tenía mostacho y hasta arriba. Tuvimos que dejar la nave antes de las escaleras. Qué maravilla, tu ya lo viste, se ve todo, y me cogieron en volandas otra vez los chinos mandarinos, y en su mapa iban apuntando todo lo que les iba diciendo, lo que veía y lo que me imaginaba , algunas cosas no estaba seguro pero daba igual les contaba una historia, y apuntaban más deprisa, y el río, y la cornisa, y las torres de la plaza de España, y la Alameda, y San Lorenzo, y Santa Justa, y más torres, y los feos edificios que tu ya sabes, y más cosas, estaba rendido, " y aquello es Santa Cruz, pero..." ya no estaban, allá que iban con el chasis descolgado, se marchaban volando, hacia el infinito y más allá supongo que es donde está China, suponiendo que fueran chinos mandarinos de verdad porqué empezaba a sospechar de su color verdusco y unas extrañas orejas en las que no me había fijado antes. Pero eso, es otra historia para otro noche, princesa, buenas noches ...

Andando se entiende la gente

Demasiadas veces -muchas últimamente- cuando tengo algo que decir no me salen las palabras, si estoy sentado comodamente se produce un colapso en el fluir del pensamiento, me levanto y al pasear vuelven las ideas. ¿Por qué no tengo una grabadora, en mp3 o algo de eso? intento, estando de pie, caminando, recrear lo que quiero plasmar, hablo solo, haciendo los diálogos. Se me queda una mujer mirando al ver que hablo con una farola poniéndome un dedo como bigote. Los diálogos no tienen porque ir marcadamente separados, la gente no habla así. Me vienen a la mente obras clásicas donde el autor usa como técnica narrativa la carta o epístola, y las memorias, ¡madre mía que memoria tenían algunos para recordar detalles y luego escribirlos en una carta! Me comentaron un día que uno de los autores más leídos escribía muy bien pero se perdía en el mundo de los detalles, y eso le agobiaba, y eso mismo hace que otros lo idolatren. El mundo de los detalles. Para observadores. No me preguntéis por un nombre, no sabré responder, se me habrá olvidado pero una cara no deja nunca de reflejarse en mis pupilas, se graban, fotográfica me dijeron que era la memoria. Sigo teniendo poco que decir y mucho que contar. Hace nada me entraron ganas de seguir al primero que se cruzase conmigo, ya me contó un colega de estudios que a él legustaba perseguir a vagabundos con la cámara de vídeo, no llegaría a tanto, simplemente buscar otras vidas, de la calle Crédito a Niño Perdido, o de Gorrión a San Juan de la Cruz.

Algo definitivo

Tienes que escribirme algo definitivo, algo que impacte, lo quiero para mañana, algo que pueda restregarles a los burócratas del sistema, algo que les duela, algo que les retuerza el ombligo, algo por lo que nos odien hasta hacerse daño con el pensamiento, algo porque el que recuerden a este periódico y a su director, y a su presidente, y a sus accionistas, y a sus jodidas rotatorias, y a nosotros, Waldo, a nosotros, que no nos vayamos nunca de sus cabezas. Que escupan sangre cuando lo lean. No me falles Waldo. Tienes que sacar lo mejor de ti, que es lo peor para ellos. Nos han intentado quitar del medio y ahora, ahora, se las devolveremos todas. Tienen que tener un punto débil, algo que les haga pensar que han perdido, Waldo, el ataque final. Luego, en dos días, nos vamos, lo tengo preparado, no digas nada en casa, ya les explicarás en el aire, saldremos volando todos, enciende la mecha, rumbo a los cráteres, allí tendremos que trabajar, no hay dinero pero ellos se quedaran aquí recogiendo sus vísceras en los despachos presidenciales. Muchos caeran. Waldo dime algo. A cinco columnas, portada del último diario. ¿Ya lo tienes? ¡Dámela! ¿Qué hacer ahora? Salen del planeta los últimos miembros de la oposición. Cuarenta y siete mil funcionarios del sistema de seguridad global se quedan sin trabajo. El régimen no tiene a quien vigilar. No sabrán ya que pasa hasta que el hambre llame a sus puertas. No hay nada que hacer. No hay nada. No hay trabajo. No hay a quien perseguir.