Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
(“El dinosaurio”, Augusto Monterroso)
La convivencia con este tipo de personas nos lleva a la desesperanza, al desengaño, a la decepción, a la contrariedad, al chasco, a la amargura, al despecho, al desaliento, a la frustración, al fracaso, a la incredulidad, al desánimo, al descorazonamiento. Es un dinosaurio de la escena, un monstruo de la interpretación, un depredador en el escenario. Me tiene enganchada y por eso cada mañana deseo que al despertarme ya no esté a mi lado. Que se haya marchado, incluso con otra. Que me abandone él porque yo no puedo hacerlo. Nunca sería capaz y sin embargo, es mi única escapatoria.