Un pueblo agradecido

Acudieron aquella mañana todos los que conocí. Aguardaron su cola todos aquellos que de mi oyeron hablar. No faltaron mis ex-mujeres colgadas del brazo de sus nuevos esposos. Vinieron desde la ciudad todos mis acreedores. No faltaron aquellos que me crucé en el camino y que la azarosa fortuna dispuso como peones para alcanzar el éxito o el fracaso de cada nueva empresa en la que me embarcaba. Todos estaban allí para lo mismo. Todos querían asegurarse que me enterraban para no levantarme más. Hubo que traer tierra roja de las abandonadas canteras del arroyo Garabato para dar satisfacción a todos los presentes. Nadie hubo en el pueblo que llorara mi desaparición. Ni siquiera mis hijos. Lo único que me agradecieron fue que no hubiera podido tenerlos.

El tiempo del goce de mentir

Llega el tiempo de las máscaras, el tiempo de la pantomima, tiempos para vivir otras vidas, tiempos felices, tiempos de alcohol, tiempos de lujuria, desenfreno, descontrol, sin tregua nos empujan a la diversión, porque el tiempo se agota y las carnestolendas nos quieren abrir las carnes para gozar al mismo son que una caja y un bombo que buscan de sol a sol la Araca La Cana que en el mismo Río de la Plata Montevideo olvidó. Sigo pensando en volver a aquella tierra de cuerpos brillantes por el sudor del sol, cerca de Maracaná o bucear con mi disfraz en las aguas venecianas donde se que algún día volverás. En todos lados note tu presencia y sin embargo cuanto tiempo tardé en descubrir que el tiempo del baile de máscaras, el baile del cortejo secreto, el baile de las miradas no es más que un baile de las mentiras, es el tiempo del goce de mentir.

Y hasta eso no es verdad. Siempre nos ha parecido que usábamos el tiempo de los disfraces para revestirnos de otras vidas, y cada año que pasaba, por cada ceñida ropa que nos ajustábamos para ocultarnos, iba creciendo nuestro interior imaginario. Nunca fui lo que esta noche seré, nunca viviré lo que Don Carnal me ofrece por unas horas… hasta eso es mentira… la vida real, lo que somos ciertamente es lo que nos ofrece la tela de colores brillantes que te pusiste, cada año que pasa mientras te cubres de una nueva purpurina lo que realmente haces es quitarte una capa engorrosa de tu fatídica existencia, y al final de tus días, en el último baile de antifaces, cuando la orquesta apriete para llegar al culmen de la obra podrás verte en el espejo de la sala de maquillaje, desnudo por fuera pero plenamente vivo, relleno de todos los personajes que has gozado y mostrándote tal y como eres.


Este texto es una colaboración para el programa de radio por internet que realizó Luz de Gas el pasado siete de Febrero.

Podéis escuchar al actor Juan Duque leyéndolo en directo y al fondo, entre bambalinas, buscando un amor perdido... el fantasma de la ópera.





Francisco, Patricia y sus tres hijos

Francisco volvió de su recorrido diario por toda la ciudad. El trabajo de buscar trabajo empezaba a descomponer su habitual entereza. En la televisión, que veían adormilados, Patricia y sus tres hijos, alguien sugería que sería necesario recurrir a novedosas e ingeniosas formas de obtener ingresos para superar la crisis. Francisco no llegó a quitarse la chaqueta y sin decir nada se marchó de nuevo a la calle.
Negro, blanco, negro, blanco, negro, blanco. ¡Zas!. La ambulancia recogió a Francisco siete minutos después. Nunca estuvo en peligro su vida pero la recuperación de su pierna izquierda fue algo que le llevó mucho tiempo en rehabilitación, y las señales en toda la cara, algo que llevaría consigo siempre.
Tres meses después del accidente, Francisco recibió una carta certificada de la compañía de seguros del coche que le atropelló. Siete mil doscientos treinta y tres euros con quince céntimos, pagaderos al mes siguiente y en la cuenta corriente más abajo reseñada. Un año de hipoteca pagada. Nuevas e ingeniosas formas de obtener ingresos para superar la crisis.

Al maestro

De aquella habitación pintada con el olor de la muerte no podía salir nada bueno, o eso es lo que pensaban todos los que entraban y salían desde hacía días. Y sin embargo había vida. En una esquina, oculta por los restos de lo que había sido un perchero de pie, de estilo victoriano como solía contar el viejo doctor, y con algunos viejos baules impidiendo que cualquiera pudiera verla, estaba ella. La presentí en una ocasión en el que entré en esa habitación pero mi visión quizás, al viejo doctor, no le hubiera servido de mucho si nos hubieramos encontrado y hubiera podido hablarle. Un problema de planos, o de creencias, quien sabe, lo cierto es que los otros no la vieron.

 Fotografía de www.elpais.com

Ya que no podré llevarle rosas con espinas en una botella medio vacía de coñac... es lo mínimo que puedo hacer por recordarlo... buscar su sombra y cantar...
Para el maestro..

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ADDENDAS

En El País, un artículo de Fernando Savater, Los hijos de Poe

He añadido encabezando la entrada un pequeño relato, muy breve, muy humilde y limitado pero con mucho cariño.

Podemos escuchar una canción basada en un poema de Poe, The Lake...


* Fotografía de www.elpais.com