Como el libro de
Enrique Jardiel Poncela, que se preguntaba si
hubo alguna vez once mil vírgenes, un servidor, observador de las paredes, muros,

vallas, esquinas, barrenduelas y aceras de esta ciudad, se pregunta al ver el azulejo que se conserva en plena Avenida de Ramón y Cajal, camino del Matadero, camino del Cerro del Águila, colindando con el Plantinar y la Juncal, allí mismo, me pregunto,
pero hubo alguna vez casas baratas. Por lo visto, en el año veintidos del pasado siglo, sí, las hubo, y supongo que como documento habrá que valorarlo como histórico es ya otro azulejo nominativo que para muchos ha pasado inadvertido, ¡ay!, si no está en el centro, si no coge de paso a tanto político que aprovecha para deshacer y hacer, y así dejar pasar el tiempo, que lo que ocurre en esta ciudad es que nadie quiere tocar nada, que como no guste la fastidiamos, valientes que somos en esta tierra, y les decía que todos estarán cansados de oír hablar del mercado de la Encarnación, de su provisionalidad, de lo que paso con los restos arqueológicos, de las setas, del metropol, de si cumple la ley, de si se carga el paisaje urbano, de que si fuera por unos la ciudad no avanzaría, de esto de lo otro... amigo... ¿oíste hablar del mercado de las Palmeritas? ¿Sabes dónde está? ¿Sabes que está provisionalmente ubicado desde 1973? Sí, como el de la Encarnación, pero por allí no se pasan ni uno ni otro ni el de la moto, claro para que podamos seguir preguntándonos
¿pero hubo alguna vez un mercado no provisional?