Jubilación dorada.

Pensé que haría todo lo que quería hacer en la vida cuando me jubilase. Mis sueños de juventud se fueron amontonando a esa hora en que abandonaría las obligaciones con mis jefes pagadores y con alguna reserva bien administrada llegaría en tiempo y forma la hora del paseo por la vieja Europa. Incluso por qué no, cruzar el charco para ver pasar las horas perdido en teatros de Buenos Aires. O hacerme un selfie en el puente de Brooklyn.
Ahora se que no me voy a jubilar nunca. Ahora se que debo empezar a vivir.

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