Cuando me di cuenta ya era tarde. Tan lento de reflejos como siempre. Y si me hubiera dado cuenta tampoco hubiera podido. Y luego del error se pasó a la comodidad, bueno, a la búsqueda constante del camino rápido, el que evita coger el toro por los cuernos, esquivando, toreando mal.
Ahora sólo me queda oler el buen potaje desde lejos, remover con el cucharón de vez en cuando pero seguir lejos de la cocina. Sigo en el salón, y ni siquiera en el sofá. Me siento en el suelo.
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