Dos.-
Tres.-
"Todos nosotros, profesores, alumnos y ciudadanos, nos sentimos condenados por esa misma sentencia y queremos hacer público nuestro refrendo a la trayectoria del catedrático Luis García Montero, al valor de su magisterio y a su contrastada defensa de la dignidad de las personas y las instituciones libres. Perdemos a alguien muy valioso y nos quedamos con lo que hay. Y no sabemos callarnos"
Había encendido el portátil y apurado el zumo de naranja. Creía que iba a poder desarrollar lo que esas hojas perdidas y desordenadas pretendían decirme. En su momento pasé a una libreta un esquema de todo lo que contenían para poder hacerme a una idea, con la mejor letra que pude y aprovechando siempre la parte derecha del cuaderno que es donde escribo mejor ... y de nuevo el problema de la llamada dispersión, el problema del desvío de la atención me retrajo a mi infancia donde esa misma excusa la colaba para justificar mi desconcertante caligrafía 'sólo me sale bien en este lado de la carilla'. El avión empezaba a coger altura.
Durante la espera no pude dejar de recordar el libro que había caído en mis manos muchos años antes, que lo cogí prestado de casa de mi abuelo, y que ya me quedé para siempre, un libro por el que pidieron la cabeza de su autor, escrito en prosa pero que se leía en clave poética, histórica y sobretodo mágica, con soñadores que caían del cielo para profundizar en los abismos del ser humano. La más compleja de las lecturas que había leído hasta ese momento no era más que una historia de personas que amaban y odiaban, que intentaban vivir.
Y también comenzaba en un avión.
Saco a la luz otro de quellos artículos de la vieja Secuencias, la revista mural en la que comencé a martillear mi ilusión por la escritura ¿y esto no se quita nunca? en fin, ahí os dejo de la mano de Animal Crackers y sus trabajos de investigación ...
'Manolete, Manolete, si no sabes torear pa que te metes' me decía Yolanda una y otra vez, tan sólo callaba para masticar con ansia su chicle de menta, y parecía que la mala reputación de la que intentaba huir constantemente había llegado a sus oídos, seguramente cuando parece que todo es de color de rosa llega una sombra capaz de apagar una luminosa mañana, y Yolanda seguía, era como un dolor de muelas, y seguía erre que erre, eran cerca de las once de la noche y aunque ya no le escuchaba, ella seguía recordándome lo ocurrido la tarde que ya era pasado y que parecía seguir rebrotando en ella, amagué un intento de explicación 'lo que tu y yo sabemos es sólo parte de lo que pasó con la madre de José, lo que le contó a Macarena ...', nada, ni siquiera lo intenté, ¿para qué? esta mujer es como los bichos que nacen de los claveles, jamas verán la belleza de lo que tienen cerca, tan sólo siguen su destino encabronadamente, y tardé pocos segundos en recular y retomar mi pérdida temporal de conciencia, aquella que me permite estar físicamente en un sitio y a la vez construyendo mi torre de arena bajo esa alfombra azul del cielo, allá en los acantilados, y pensar que podríamos estar al este del edén con tan sólo un simple aleteo de los brazos, en el aire, mientras tanto, ella seguía relatando 'Manolete, Manolete, si no sabes torear pa que te metes'.
Eran tiempos de husmear entre la maleza que ocultaba la miseria, eran tiempos de creernos capaces de cambiar algo. Eran esos tiempos donde la lluvia más inesperada era la más deseada. Nunca había visto el mar y no por eso iba a dejar esa tarde de tocar el violín. Sus primos lejanos, en distancia y en saltos generacionales, decían que una vez habían visto un pájaro añil volar entre las nubes cambiantes y grises. 'Ningún tiempo pasado fue mejor' acabó escribiendo como epitafio.
Cuando me di cuenta ya era tarde. Tan lento de reflejos como siempre. Y si me hubiera dado cuenta tampoco hubiera podido. Y luego del error se pasó a la comodidad, bueno, a la búsqueda constante del camino rápido, el que evita coger el toro por los cuernos, esquivando, toreando mal. Ahora sólo me queda oler el buen potaje desde lejos, remover con el cucharón de vez en cuando pero seguir lejos de la cocina. Sigo en el salón, y ni siquiera en el sofá. Me siento en el suelo.La arena me entraba en los ojos y tuve que esquivar preguntas respecto a lo que mi silencio y cabeza enredaban, y me surgieron Sin rumbo, Personaje, y encadenados vinieron Alas, Naturaleza cruda y Dioses,
No tienen caminos que no hayan experimentado, conocen hasta el último rincón del sitio, del tiempo que les ha tocado vivir. El mañana lo dominan, el presente lo viven, el pasado lo ignoran. Por eso temen hablar a la luz de una chimenea en una noche de invierno.Pero antes ya me había lanzado a un mundo sin eco, con Arroyo Garabato, en el que escribía mucho sobre mi Semana Santa, libros y paseos o caminatas. Muchos de estos han ido apareciendo como el Guadiana en esta su nueva casa. Y sin duda que son esos cuentos de Por el camino más corto los que pusieron los primeros adoquines que luego me llevarían a la Cuarentena Sevillana ... En constante cambio y acercándome lo que me dejen a la belleza de las cosas. Con las palabras como principal argumento (que me perdonen los puristas si alguna vez pongo alguna foto).
Todo empezó una mañana que me desperté antes de tiempo, antes de que el sol entrará por el ojo de pez y de que los perros del panadero decidieran que ya se acabó la noche, antes de todo eso ya estaba en planta. Quería salir temprano pero ahora no recuerdo para qué, bueno, la cuestión es que tenía prisa, yen poco tiempo ya estaba preparado, ¿ dónde iría yo tan temprano? bueno, sigamos, salí de casa, y pisé el suelo del asfalto callejero, respiré profundamente y cuando iba a poner el pie en posición de ¡¡allá voy pa donde sea que no me acuerdo!! se me plantaron delante dos señores nada bajitos pero con cara de preocupación que se me quedaron mirando, y habló el del mostacho blanco, "¿es usted de aquí?", "Sí aunque no se a qué aquí se refiere, ¿le importa que baje la pierna", "Es suya, haga lo que quiera con ella" - me contestó el otro (que sin mostacho era un chino mandarino como el primero) -"necesitamos ir a la torre más alta, es misión secreta y urgente", "pero hombre yo les indico ...". No me dejaron terminar, me cogieron del brazo y amablemente a empujones me llevaron hacia el final de la calle, en la esquina del pasaje confirmé que eran chinos mandarinos auténticos, no entendía lo que decían, parecía que tenía que llevarlos a algun lado, a la torre más alta, y montados en su vehículo, una nave espacial, o eso parecía, que estaba flotando a medio metro del suelo. Me seguían sujetando aunque intenté zafarme varias veces, escaparme quiero decir, no hubo manera, así que pensé que a lo mejor no lo había entendido bien y les dije algo que interpretaron como que podían llevarme donde quisieran. Ni intenté pedirles que me dejaran llamar, ahora sonreían, y me ofrecieron dentro ya de la nave, un café y una tostada " a la española", dijeron. No tenía hambre pero me comí uno de los molletes, cuatro sorbitos para tragar y un par de caracolas de chocolate. Me dio apuro ahora que empezábamos a entendernos. dejarles la comida tirada. "Vamos a subir y desde allí se verá algo más claro". Me agarré donde pude, como tiraba aquello, que repris que dirian los rancios, el sol se quedaba atrás y nosotros hacia la torre, estaba claro, pero si sabían ir para qué llevarme, con la de cosas que tenía que hacer esa mañana, en la que me levante antes de que los perros del panadero decidiran que ya era hora de acabar con la noche, y allí estaban tan chiquititos desde lo alto, ya corrían, buenos días... y la vieja fábrica de cervezas se iba alejando, y más alto subíamos, más claro veía la torre y menos ruido y miedo sentía,, "¿vienen bien equipados estos trastos?..."
Allí estaba, preciosa, altiva, veleta, nos la han cantados poetas y soldados y allí sigue, princesa, enfilando el cielo y soportándonos a los sevillanos y a los turistas, y ahora a los chinos que llegaban en naves espaciales, "vamos a tener problemas para aparcar", intenté explicarles lo de la zona azul y la peatonalización, y las cadenas que rodean la Catedral, no hizo falta, ya estábamos debajo del lagarto mirando el plano. Te quieres creer que nadie nos dijo nada, "era una nave que estaba dentro de las naves , y que seguimos, qué justito entra esto, ¡los espejos!", "aquí hay unas costumbres, zona peatonal, el alcalde no quiere que vayamos en coche de un lado a otro, y ahora me estaba metiendo hasta el mismo centro, ¡toma!" Y empezamos la subida, sin pisarle mucho pero a velocidad de crucero, los que subían y bajaban andando se tenían que pegar a la pared o meterse en los balcones, "¡Dios que bulla" gritó una señora, y volaron gorras de Nike y de los Celtics, y macutos, algunos italianos nos aplaudían, los franceses tomaban notas sobre las marcas de la chapa y los japoneses fotos, y llegó el tapón, en la rampa veintiocho no calculó el del mostacho y nos quedamos atrapados. Ni para arriba ni para abajo. Y venían detrás un grupo de norteamericanas solteronas y un colegio de Torreblanca, y por delante seminaristas de Oviedo. Dentro, dos chinos y tu padre, hija, sí, como cuando en el viaje de fin de curso en el colegio me quedé encerrado con las ensaimadas en el ascensor del hotel, ¡¡Aranda otra vez usted metiéndose en líos!! Tu padre y dos chinos atrapados en la torre más alta. La grua nos iba a crujir, qué, no nada hija, las cosas de los padres. Pero termina bien ya verás.Sí, claro, terminó bien porque apareció otro chino, que luego resultó no ser chino mandarino sino chino filipino, que hablan un chino al estilo de Tarzán y que se llama tagalo, el chino filipino no, ese no se como se llamaba, es su idioma, bueno, llegó con grandes movimientos de brazos y un destornillador que empezó a usar de forma increible, "sanear, sanear, sanear" se le escuchaba, y nos dejó en carcasa limpia. Arrancó de nuevo el que no tenía mostacho y hasta arriba. Tuvimos que dejar la nave antes de las escaleras. Qué maravilla, tu ya lo viste, se ve todo, y me cogieron en volandas otra vez los chinos mandarinos, y en su mapa iban apuntando todo lo que les iba diciendo, lo que veía y lo que me imaginaba , algunas cosas no estaba seguro pero daba igual les contaba una historia, y apuntaban más deprisa, y el río, y la cornisa, y las torres de la plaza de España, y la Alameda, y San Lorenzo, y Santa Justa, y más torres, y los feos edificios que tu ya sabes, y más cosas, estaba rendido, " y aquello es Santa Cruz, pero..." ya no estaban, allá que iban con el chasis descolgado, se marchaban volando, hacia el infinito y más allá supongo que es donde está China, suponiendo que fueran chinos mandarinos de verdad porqué empezaba a sospechar de su color verdusco y unas extrañas orejas en las que no me había fijado antes. Pero eso, es otra historia para otro noche, princesa, buenas noches ...
Tienes que escribirme algo definitivo, algo que impacte, lo quiero para mañana, algo que pueda restregarles a los burócratas del sistema, algo que les duela, algo que les retuerza el ombligo, algo por lo que nos odien hasta hacerse daño con el pensamiento, algo porque el que recuerden a este periódico y a su director, y a su presidente, y a sus accionistas, y a sus jodidas rotatorias, y a nosotros, Waldo, a nosotros, que no nos vayamos nunca de sus cabezas. Que escupan sangre cuando lo lean. No me falles Waldo. Tienes que sacar lo mejor de ti, que es lo peor para ellos. Nos han intentado quitar del medio y ahora, ahora, se las devolveremos todas. Tienen que tener un punto débil, algo que les haga pensar que han perdido, Waldo, el ataque final. Luego, en dos días, nos vamos, lo tengo preparado, no digas nada en casa, ya les explicarás en el aire, saldremos volando todos, enciende la mecha, rumbo a los cráteres, allí tendremos que trabajar, no hay dinero pero ellos se quedaran aquí recogiendo sus vísceras en los despachos presidenciales. Muchos caeran. Waldo dime algo. A cinco columnas, portada del último diario. ¿Ya lo tienes? ¡Dámela! ¿Qué hacer ahora? Salen del planeta los últimos miembros de la oposición. Cuarenta y siete mil funcionarios del sistema de seguridad global se quedan sin trabajo. El régimen no tiene a quien vigilar. No sabrán ya que pasa hasta que el hambre llame a sus puertas. No hay nada que hacer. No hay nada. No hay trabajo. No hay a quien perseguir.
La palabra relatario no está en el diccionario pero a mi me gusta y como no corrompe a otras existentes la agrego a mi particular diccionario, más cortito y menos pesado de llevar que los dos tochos oficiales, y ahí es una pena podría hablar mejor, y suena estupendamente, relatario, párate y no sacudas la palabra como haces con la toalla desde la terraza del apartamento de la playa, déjala que se deslice entre tu boca semiabierta para la ocasión, y no la emplees para gritar, no, relatario te la presto para que la uses en condiciones. Y si no me la devuelves. Ya perdí crestación y me llevé un disgusto. Los fabricantes de palabras oficiales tienen unas reglas, unos cánones, unos emonumentos, curioso es que los fabricantes de palabras oficiales utilicen las que ya están para regir su forma de vida. Por eso los no oficiales, los ilegales entre los luthiers de las letras, no tienen reglas. Les guía el honor. Son muy grandes porque tienen una profundidad que no podemos entender. Trabajo con el más grande, a su sombra, es viejo e inteligente, justo y rebelde, su aprendiz de las vocales sigo siendo. Cuando se retire a su tierra le guardaré en su bolsillo, un regalo para el viaje, fregote, creo que le gustará. Pero sigamos con lo nuestro.
Está palabra, alza la voz mientras lees, ¿no serás de los que se averguenzan de su voz?, las palabras están para oírlas, venga, relatario, puede serte útil. Todo relato que escribas debe buscar la belleza y ser breve y poder formar parte de tu relatario. De tu vida, en suma.